martes, 30 de agosto de 2011

Rememorando al Jaime


 Hace unas semanas se recordaba los 25 años de la muerte de Jaime Sáenz, el poeta paceño que póstumamente nos dejó una obra particular y paradigmática para la literatura boliviana; se dice que su funeral fue la última reunión de los Talleres Krupp y que se leía fragmentos de su obra, 16 de agosto de 1986, el día de la partida del Jaime.

¿Será que habrá pensado en la muerte antes de morir? ¿Será que habrá procurado estar muerto antes de hacerlo? Al parecer solo su cuerpo estuvo frio e inerte, pero su  alma  sigue transitando  por  las  calles  frías  de  La Paz y dicen que aún se lo ve por las bodegas como fiel parroquiano.

Pese a tantos años de ausencia del Jaime, su obra lo mantiene presente; leerlo es conocer la oscuridad de la noche y sumergirse en los horrores del alcohol, es sentir el frio, la sola respiración y ser un habitante más de la bodega; es acercarse a la muerte de la muerte y comprender el sentido de la existencia.

Autorretrato es su mejor retrato en “Vidas y Muertes” y escribe:

En la amplitud de la noche;
En lo profundo de la noche, en lo alto de la noche – con el pendón de un mundo olvidado,
el hombre escribe un autorretrato.
Y con unos rumores, y con muchos clamores, y con unas canciones,
se pierde en las tinieblas

Alejados de las bodegas del altiplano paceño, aún se lo rememora, tal como el Jaime lo hubiera hecho; perdiéndonos en el frio de la noche, con rumores, clamores, canciones y  los “horrores” del alcohol.

¡A su salud!
 

 

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